23/9/10

Genio y figura

La UVI móvil de Sariñena llega enseguida. Son las siete de la mañana. "Es un bloqueo cardiaco", dice la médica más joven. Usan la percha de árbol del dormitorio para colgar los sueros. Mi madre ha descolgado apresuradamente unas cuantas prendas olvidadas, incluso un batín de mi difunto abuelo. Mi madre piensa lo peor. La percha de árbol se queda junto a la cama deshecha de mi abuela. Los aparatos de la ambulancia ruedan por el suelo cuando intenta llegar a Huesca lo más rápido posible. Mi abuela está consciente y piensa que el mal estado de la carretera sería un buen tema para uno de mis artículos. "Menos mal que me teñí hace dos días", dice cuando entro a verla en la UCI del Hospital San Jorge.
El corazón de mi abuela está en huelga pero su sentido del humor permanece inalterable. "Tenéis vieja para rato", dice como si no hablara de sí misma. Ponerle un marcapasos es la únicas manera de que cumpla los 99. "Que espere un poco más tu abuelo", dice con picardía. Las enfermeras le han hecho una coleta alta con una malla para sujetar apósitos. "Estás hasta guapa", le dice mi primo Alfredo. A los tres días es trasladada al Hospital Miguel Servet de Zaragoza. Y dos días más tarde llega a casa con su marcapasos bajo la piel. Cuando se ve en el espejo del ascensor dice horrorizada: "Santo Dios, qué fea estoy; ahora sí que soy vieja." Me pide un bastón y unas horquillas para arreglarse el pelo. Se mete en la cama y dice: "Menuda vejez me espera, aunque me parece que he ganado vista con esta historia... ¡Qué luminoso lo veo todo!"
De: Agua quieta, de Cristina Grande (grande)

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